En
México, 65% de las nuevas empresas desaparece antes de cumplir dos años de
operaciones; de esta cifra, 66% fracasa por falta de capacitación adecuada y
oportuna.
Este dato, publicado por Isaías Morales Nájar en el documento Las
Pymes en México, entre la creación fallida y la destrucción creadora, resulta
por demás revelador, incluso aterrador.
No
basta tener buenas ideas, sino que se requiere de una preparación en áreas
clave como administración, mercadotecnia y ventas; pero fundamentalmente, una
firmeza moral y emocional. Y para dar el primer paso en esta carrera de
resistencia, hay que considerar igual de importante una preparación personal sentimental, intelectual y familiar, para enfrentar los retos que trae consigo
ir más allá de tener un negocio.
Iris
Sánchez, fundadora y directora general de los centros de cuidado personal
Novalaser, vivió el proceso de empleada a emprendedora y, posteriormente, de
emprendedora a empresaria. “Tenía un puesto con mucha proyección en un gran
corporativo; sin embargo, vi cómo cada vez se empleaba gente más joven
dispuesta a hacer lo que fuera por poco dinero y yo no quise ese tipo de
situaciones en mi futuro”, recuerda.
Luego
de mucho meditar, la joven renunció a ese trabajo de ensueño en 2005 y casi de
inmediato aparecieron los primeros detractores. “Las críticas más fuertes
vinieron de mis amigos, les costaba mucho entender por qué le daba la espalda a
un gran empleo por ‘una tiendita’. A eso súmale las historias de fracaso”,
comparte Iris.
Cómo
cambiar de actitud
El
primer análisis personal debe aparecer desde la época de emprendimiento. “Ser
desempleado no significa estar desocupado”, advierte Ricardo Shahin, coach y
director general de CIR México, consultora en estudios de satisfacción del
cliente y programas de lealtad. Y, a decir del experto, éste es uno de los
principales retos del exterior que debe enfrentar el emprendedor.
Pero
cuando se trata de él mismo, Rigoberto Acosta, coach y director general de
Coach Latinoamérica, detecta tres principales errores al dejarse llevar por las
emociones:
- Mala actitud. El emprendedor se siente pequeño, sus acciones son de corto alcance y carece de una certidumbre acerca del futuro de su negocio.
- No hay disciplina ni enfoque. Si el dueño es desordenado, los resultados serán pobres.
- No hay inversión en entrenamiento para el empresario. El dueño debe prepararse si quiere hacer crecer su negocio.
La
experiencia de lidiar con tantos emprendedores le ha permitido a Acosta
detectar estas situaciones. Iris por ejemplo, tras la renuncia, vio que había
cometido un error: fue ingenua. A pesar de que tenía estudios en sistemas
computacionales y experiencia laboral, carecía de una preparación profesional
para emprender. Esto la llevó a buscar capacitación en la incubadora de negocios
del Tecnológico de Monterrey.
“Ahí
me di cuenta de que no estaba sola, que la mayoría de los emprendedores tenemos
que lidiar con los mismos problemas profesionales y personales”, relata. Y así,
a finales de 2005 concluyó el año con dos sucursales propias de Novalaser.
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