miércoles, 18 de septiembre de 2013

¿Jefes mandones o empleados delicados?

Ocupar un cargo de mando no es tarea fácil. Tres de cada 10 mexicanos reconocen cierto grado de prepotencia en sus jefes; incluso, es lo que más detestan, indica una encuesta. 

Un análisis del portal  Trabajando.com realizado entre 3,000 personas, tuvo por objetivo evaluar los puntos de vista sobre cómo es la relación que mantienen los empleados con sus jefes.
Un 32% aseguró que detesta que no valoren su trabajo; 20% que sea incompetente; otro 20% lo resumió en falta de habilidad para saber escuchar. Un 14% refirió problemas para comunicarse con claridad  y el otro 14% restante expresó que el peor error es que éste no delegue tareas.
"En épocas de crisis, al jefe se le pone más a prueba. Éstos deben aumentar su capacidad para motivar, demostrar y trasmitir tranquilidad a los trabajadores. Quien está a la cabeza necesita controlar situaciones de incertidumbre", apuntó la directora general de Trabajando.com, Margarita Chico.

¿Cómo mejorar la relación?
Quienes ocupan cargos de autoridad y deben tomar decisiones regularmente son menos cuidadosas respecto a los sentimientos y las necesidades de los demás. Aquéllos que desempeñan un rol de empleado dedican más tiempo y energía a fijarse y calificar las actitudes de los superiores.
En momentos de crisis, esa tensión aumenta e impacta en el ámbito laboral, refiere una investigación del Departamento de Psicología de la Universidad de Standford.
Margarita Chico manifestó “quienes están en posiciones gerenciales deben respaldar a su equipo y brindarles retroalimentación de su desempeño. Eso permite aumentar la autoconfianza en los empleados y, por consiguiente, se incrementa su rendimiento y satisfacción en el trabajo”.
Ese sería un escenario ideal, pero la realidad es que las diferencias en el ámbito laboral siempre aparecen. Para tener un mejor control de ellas, considera estas sugerencias:

1. La próxima vez que te sientas enojado porque tu jefe te trató de manera indiferente, toma unos minutos para identificar lo que con exactitud despertó tu frustración. Tal vez fue que tu superior no le dio valor a una propuesta que le presentaste. Eso no podrás saberlo si no identificas el problema y te preparas para enfrentarlo.

2. No ‘interpretes', habla directamente con el jefe y sin reprochar explícale por qué es importante para recibir su retroalimentación. La prudencia ayuda en estos casos, si observas que sale de una junta donde le regresaron los reportes no es el mejor momento para hacerlo. Busca los espacios donde él tenga mejor disposición para escuchar.

3. Si tu jefe considera que no estás realizando tus tareas o las minimiza, la manera de voltear esa situación es creando una herramienta para que él monitoree, brevemente, tus avances y a ti te servirá para llevar un orden de tus pendientes. Los mejores momentos para poner en marcha esto son por las mañanas, o al terminar el día. Así, cuando te realicen algún comentario respecto a tu poco trabajo, tendrás un arma para demostrar tu desempeño, sólo busca el tiempo apropiado para mostrarlo.

4. Existe una ley muy práctica: "separa tus emociones del trabajo". Como suele decirse, no tomes nada personal. El trabajo implica toma de decisiones, cambios continuos, baja de personal, nuevos proyectos, entre otros indicadores que pueden poner "de mal carácter" al jefe más de un día. Pero eso no quiere decir que seas el culpable de todo ello. Evalúa tu trabajo y establece hasta qué punto eres o no responsable, por ejemplo, de una llamada de atención.


Pon a prueba estos sencillos puntos, aprenderás a equilibrar la relación de trabajo con tus superiores y obtendrás excelentes resultados laborales. 

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