Dentro de las propuestas de alza de precios que ocurrirán a
partir de 2014 se habla de un incremento de un peso al litro de bebidas
azucaradas, estrategia con la que se pretende prevenir la obesidad al
desincentivar la compra de refrescos. ¿Pero tendrá éxito esta medida?
Suena muy lógico que si incrementan el precio de un producto
que no es “básico”, dejemos de comprarlo o por lo menos cambiemos de formato a
uno más pequeño. Realmente no tenemos
una bolita de cristal para poder ver exactamente qué pasará en el 2014, pero sí
tenemos datos que nos pueden demostrar qué decisiones toman los hogares
mexicanos cuando los precios suben; por lo que les platicaremos un poco del
panorama del 2009, justo el momento más duro de la crisis, cómo se comportaban
las familias ante un menor ingreso y un mayor costo de los productos.
El 79% de los hogares mexicanos se sentían más afectados por
la crisis que otros países, veían con poco optimismo el 2010 y creían que la
situación económica del país y personal estaba peor que en 2008. El desempleo
preocupaba a 9 de cada 10 amas de casa y la inflación desde 2010 hasta ahora se
ha vuelto nuestra principal preocupación. Pero ante este panorama gris, algo
tenían que hacer los hogares para administrar mejor su gasto. Se tuvo cierto
down-trading a través de marcas de precio más bajo, comprando más en promoción
e incluso incrementando el gasto en marcas propias, pero no en todos los
canastos ocurrieron los mismos cambios.
Mientras que en cuidado del hogar fue más fácil que
rompiéramos algunos tabúes y las marcas propias incrementaron su presencia en
las familias mexicanas, en categorías de alimentos como mantequillas,
margarinas, pan o mayonesa cambiamos a marcas promedio o económicas. Por otra
parte, en jugos, agua y refrescos se cambiaron a marcas más económicas, que
además brindaban en ese momento los envases más grandes, por lo que el precio
por litro era mucho más atractivo; pese a ello no dejaron de consumir estas
categorías.
Sin embargo, hubo algunos cambios, por ejemplo, en los productos
que se consumen en el hogar se dio preferencia a los del segmento familiar,
teniendo como consecuencia un menor gasto en productos light, generando así un
efecto contrario en los hábitos de consumo que se esperan con la aplicación de
la reforma.
La meta de la reforma es que un aumento en el precio del
refresco del 10% desincentive el consumo en un 12.9%, según estimaciones
basadas en las Encuestas Nacionales de Niveles de Vida e Ingreso de los Hogares
(2002 y 2005). Asimismo, se estima otro panorama, una disminución del consumo
en un 10.1% gracias a proyecciones sustentadas en las Encuestas Nacionales de
Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH 2006, 2008 y 2010).
Adicionalmente, estimaciones con la ENIGH muestran que de
haber un alza en el precio del refresco, los hogares aumentarían el consumo de
agua y leche. Este escenario previsto apunta a una mayor inversión del Estado
para que más familias tengan agua potable en sus casas. A todas estas
posibilidades, ¿qué es factible que hagan los hogares mexicanos?
• El presupuesto no varía, pero sí incrementan los precios,
pueden comprar tamaños más pequeños; lo cual genera un aumento de frecuencia y
no se ve afectado el consumo; pero sí terminan pagando un precio más alto por
litro.
• Pueden comprar la misma cantidad de refresco, pero de
marcas más baratas.
• En una primera instancia sí podrían disminuir el consumo
de refresco, pero a lo largo del tiempo retomarían sus hábitos anteriores a la
reforma.
Así, lo que seguramente afectará la reforma fiscal es al
poder de compra de las personas, no al consumo de estas bebidas. Con las
reformas y las inflaciones, que seguramente tendremos también para bienes y
servicios, se provocará que el poder de compra de los mexicanos se reduzca para
el próximo año; también sabemos que el crecimiento del mercado (PIB) está muy
debilitado, lo que tampoco ayudará: esto afectará a refrescos y a todos los
bienes y servicios.
El efecto específico sobre refrescos dependerá de qué tan
elástica es la demanda de este producto en el país y sí los fabricantes hacen
un esfuerzo y absorben algo de este incremento, reduciendo sus rentabilidades,
protegiendo al consumidor final.
Cuestión de hábitos
Es difícil pretender cambiar drásticamente los hábitos de
consumo sólo por un incremento de precios, debemos recordar que somos el
segundo país de más alto consumo per cápita de refrescos. Si se busca atacar el
problema de salud que tenemos en sobrepeso tanto en niños como en adultos, hace
falta más esfuerzo en educación alimenticia lo cual empieza en casa. Todos
debemos tomar mayor protagonismo en el tema. Por ejemplo, 71% de las amas de
casa se preocupan por el sobrepeso, pero un 31% lo sufren y no hacen nada para
tratarlo.
¡Nos preocupamos, pero no nos
ocupamos!
Definitivamente a los mexicanos nos encanta comer:
preferimos comer mejor (45% declara haber cambiado su alimentación a comida más
sana en el último año), antes de comer menos (sólo 20% ha realizado una dieta
en los últimos 12 meses).
Entonces, ¿qué es comer mejor para el mexicano? Es comer
menos carne, grasas y harinas. No estamos muy convencidos de los productos
light, lo cual es evidente cuando el 84% de los hogares no compran este segmento,
40% no cree en el beneficio, 37% no le gusta el sabor, 36% prefiere alimentos
más naturales y 18% lo percibe como un segmento más caro.
Hay un camino más largo para poder disminuir el sobrepeso en
México, y con ello las enfermedades derivadas del mismo, pero debe estar más
orientado en educación, tanto a padres como a hijos. Es una senda más compleja,
pero con un efecto más duradero.
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