El fin de la década
de los 90 fue un año difícil para muchos mexicanos. Para los hermanos Sergio y
Gabriela León, significó quedarse sin trabajo pero ellos no se cruzaron de
brazos. Dueños de un talento cultivado en la academia y pulido en el sector
privado, los ingenieros juntaron sus ahorros, pidieron prestado a familia y
amigos, y emprendieron su propio negocio.
El 2008 significó un
parteaguas para la empresa mexicana que hasta ese momento fabricaba productos
para el cuidado personal de empresas como Walmart, Soriana y Chedraui, así como
artículos antibacteriales. Ese año, el hijo menor de Gabriela enfermó de retovirus
y, ante la frustración de no tener productos que ayudarán a mejorar su salud,
se dio a la tarea de crearlo.
“Fue una sacudida
como madre, como química y como empresaria. Sabiendo que no había nada que
pudiera cuidar a mi familia, decidimos emprender un nuevo camino hacia la
búsqueda de una nueva materia prima que, sumada a nuestra fórmula de jabones
antibacteriales, que no hiciera daño, no cancerígeno y biodegradable. Como
realmente no hay nada en el mundo con esas características decidimos diseñar
una nueva molécula”, comenta Gabriela
Gresmex realizó 28
versiones de su nanomolécula y se apoyaron en laboratorios externos,
universidades y organismos públicos como el Instituto Nacional de Enfermedades
Respiratorias (INER) para tener la objetividad y dar credibilidad a la
tecnología “que en México es muy complicado”.
La meta era crear una
molécula contra virus, pero conforme se fue puliendo vieron que era efectiva
contra hongos, bacterias, esporas y otros organismos. La empresa desarrolló
entonces una línea de productos “neutralizantes” para el cuidado personal, pero
por su naturaliza desinfectante, las soluciones se han extendido a los campos
de la salud, ganadería, agricultura, incluso para la restauración de obras de
arte.
ÉTICA
ANTES QUE EL NEGOCIO
En marzo del 2009,
México se vio envuelto en una pandemia de alcance mundial por el virus de la
influenza A H1N1, que en dos años dejó más de 150 muertos. Las consecuencias
sociales y económicas fueron cuantiosas para el país, debido en parte a que no
había cura hasta ese momento.
“Cuando
teníamos las primeras versiones de la nanomolécula fue la epidemia de la
influenza en México. Nos dimos cuenta entonces que íbamos por buen camino y que
había que apostarle en serio por el proyecto. Teníamos una versión que ya
funcionaba contra el virus, sin embargo no quisimos salir por ética y para
darle credibilidad a la tecnología. Tener los registros sanitarios de Cofepris
era una medalla enorme para nosotros, porque era cumplir con todo el marco
regulatorio. Hasta no tenerlo totalmente certificado y aprobado por la Cofepris,
no salimos.
El proceso de
creación de la nanomolécula, a la que bautizaron como NBelyax, duró tres años.
Una vez obtenidos los certificados sanitarios, lo emprendedores iniciaron el
proceso de registro de patente, cuya solicitud ingresó ante el Instituto
Mexicano de Propiedad Intelectual (IMPI) en junio del 2013, y un mes y medio
después iniciaron el proceso correspondiente en 140 países.
MIRAR
HACIA FUERA
El 2013 fue un año
difícil para Gresmex. La empresa de 83 empleados despidió al 50% de su
personal, debido a la situación económica del país. Este año las cosas
continúan complicadas, pero Gabriel León confía en el potencial de su
investigación y la aceptación que tenga sobre todo en los mercados
internacionales.
Gresmex ha recibido
diversos reconocimientos, entre ellos el Emprendedor del año 2012 en México,
por E&Y. A pesar de esto, las puertas en el Gobierno continúan cerradas
para esta pyme mexicana, donde irónicamente, ha presentado pruebas con éxito.
Gresmex ya comenzó a
exportar a Sudamérica y, asegura, tiene contratos firmados con seis países, a
través de un distribuidor especializado, por lo que confía que se cree un
efecto “búmeran” en el mercado mexicano “aunque sería muy gratificante decir
que, antes de exportar, nuestro país cree en nosotros”.